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domingo, 14 de febrero de 2021

Presencias... Por Marcos Hernández

 

 

Presencias…

La máquina de escribir se mantuvo inmóvil durante mucho tiempo en la habitación vecina, en algunas madrugadas me interrumpía el sueño el teclear de sus letras, como si el viejo Mauricio aun estuviera allí,  lo imaginé sentado golpeándolas, le encantaba el sonido que emiten en el silencio nocturno, disfrutaba escribir garabatos y crear personajes imaginarios que según me comentaba llegaban hacerle compañía a las tres de la mañana, hoy Mauricio ya no está con nosotros, por eso me resultó extraño que aquella madrugada me despertará la consonancia de sus letras, la primera vez que lo oí me invadió el miedo, las manos se me pusieron heladas, con cada teclear de la maquina me repetía, no es posible, no puede estar allí, el viejo Mauricio ya no está, comencé a rezar para pasar el susto, no pude volver a conciliar el sueño por el pánico, el andar de la máquina de escribir tardaría solo unos cortos segundos, lo que demora el trazar una oración, después todo se torno en calma y silencioso, una hora más tarde se oiría el canto de un gallo, yo solo pedía a Dios que amaneciera pronto. Escuché  voces que me eran familiares, por un segundo  volví a pensar que podía ser  Mauricio pero luego volví en cuenta de que no era posible que fuera su voz, nunca creí en espectros pero desde esa madrugada comenzaron a ocurrir cosas que me llegaron a convencer de lo contrario  y que algunas veces pueden llegar a ser reales.  Ese día lo pase muy intranquilo miraba hacia la puerta de la habitación y a su vez miraba  en la ventana la quietud de la cortina, pensé mucho en Mauricio el viejo, cuando se acercaron más las horas de la noche comencé a sentir un rechinar de murciélago en el estomago, así transcurrieron las horas consumiendo los minutos que se consumen porque sí, todos en la residencia se fueron a dormir a la misma hora de siempre, yo volví a mirar hacia la ventana de la habitación vecina, me sentí cansado y busque acostarme, traté de dormir; a pesar del desanime no podía conciliar el sueño, después de dar tantas vueltas en la cama, pasada la media noche me quedé dormido;  cuando desperté faltaban diez minutos para las tres, otra vez vendría a mi mente alguna frase escrita por el viejo Mauricio que nunca leí y que nunca le escuché, pero si pude descifrar claramente en el taladrar de su máquina de escribir. Cuando se hicieron las tres oí  de nuevo la voz de la maquina que escribe frases para nadie o quizás para mi, para asustarme para hacerme temblar como conejo mientras me escondo bajo las sabanas rezando hasta al amanecer, otra vez el canto del gallo y otro personaje ríe entre las sombras. Fue el amanecer más largo en llegar, las horas pasaron lentas y yo estaba ansioso por tocar la puerta de Ricardo el chileno, necesitaba preguntarle si el también podía oír el teclear de la maquina o simplemente era una paranoia mía de dos noches de mal dormir.  Con la primera luz del día, salí de mi habitación para llamarlo, Ricardo abrió la puerta y sin yo decir nada fue él quien  preguntó _ ¿tú también lo oíste? _ Si también lo oí  y después de eso no pude pegar el ojo_ yo tampoco, toda la noche fue escuchar  la colocación de las piezas cuando se mueven por el tablero, cuando cerraba los ojos veía los movimientos, tanto de las blancas como de las negras y era calcular con cada sonido una jugada tras otra, lo que me impedía conciliar el sueño_ Noooo, lo que  yo  escuche  fue el teclear de la máquina de escribir y me paso igual, pero eran fragmentos y fragmentos de un relato que pasaba por mi mente, como si yo lo estuviera escribiendo, podía ver como unos dedos se deslizan sobre las teclas formando oraciones, rasgueando sobre una hoja. Al no coincidir con lo que nos estaba sucediendo nos dimos cuenta que Mauricio se nos manifestaba de diferentes maneras causándonos insomnio, lo que no entendíamos era el ¿Por qué? .En lo que si coincidíamos es que algo quería decirnos, fue así como tomamos la decisión, no sé si valiente o estúpida, que si esa noche volvíamos a oír algo, enfrentaríamos nuestros miedos y nos dirigiríamos hasta la habitación para descubrir la razón de aquellas manifestaciones que nos perturbaban solo a nosotros.

Tratamos de hacer el día perdiéndonos en nuestras cotidianidades, cada uno por su lado, evitando en lo posible pensar en el viejo Mauricio y en las extrañas cosas que estaban sucediendo,  igual lo haríamos al llegar la noche, no nos comunicaríamos a menos que volviéramos a sentir su presencia en la habitación de al lado, es decir para no tener la sensación de que lo estábamos esperando, al contrario deseábamos  no volver a oír la máquina de escribir ni el rasgueo de las piezas sobre el tablero. Debo decirles que así fue, esa noche y las siguientes, no se escuchó ni un ruido, así pasó una semana, tal vez dos, hasta la madrugada de un martes, a las tres y cinco, volvieron a hablar las teclas y las piezas de ajedrez. Cuando salí ya Ricardo estaba afuera parado como una estatua  frente a la habitación, me dijo _ José tengo miedo, el caos volvió, le hice gesto con un movimiento de cabeza y caminamos hasta la ventana,  a pesar de las cortinas y de que estaba todo oscuro pudimos ver el interior de la habitación, allí estaba sobre la mesa el tablero vacio y la maquina sobre el escritorio, una luz tenue entraba por una rendija permitiéndonos ver el reflejo de las sombras de las piezas que se movían en la pared y la maquina que tecleaba sola, corrimos despavoridos cada uno a su habitación y vivir individualmente nuestro pánico, cerré la puerta y me tiré en la cama, me arrope hasta la cabeza utilizando las sabanas como un escudo protector, rezaba y rezaba hasta lo que no me sabia,  hasta caer  vencido por el sueño. Ricardo toco mi puerta y me despertó, era un poco pasada las siete y decidimos irrumpir en la habitación a plena luz del dia, nerviosos por no saber lo que nos encontraríamos al abrir aquella puerta, tome la perilla y la gire lentamente, mi mano temblaba y lo único que se escuchaba era el rechinar de la madera por la falta de aceite y nuestras pesadas respiraciones, al abrirse por completo, entramos y como si de una fuerza se tratase, la puerta hace unos segundos abierta se cerro de golpe,  la oscuridad nos sumergió, nos costo unos segundo adaptarnos a la falta de  luz, trate de convencerme que el viento debió haber cerrado nuestra única salida, aunque algo me decía que no había sido el, Ricardo que se me había perdido de vista al entrar en el cuarto oscuro, presiono un interruptor haciendo iluminar el lugar, al principio la luz nos segó, pero luego los nervios volvieron al ver lo que estaba delante de nuestros ojos.

En efecto allí estaba la mesa con el tablero sin piezas, la maquina con una cuartilla de hoja, leímos lo escrito en el papel, solo así supimos porque Mauricio ya no estaba con nosotros y nos dimos  cuenta que éramos nosotros sus personajes etéreos…

                                                                              Marcos Hernández 

  19/01/2021   3:45am