Planet@lmatico

Planet@lmatico

jueves, 25 de diciembre de 2014

Supersticiòn del Miedo por Raul Martinez






SUPERSTICIÓN

DEL MIEDO

El oscuro habitáculo propendía trashumante penumbras.
Un abismal letargo ceñía el cordón etéreo del zumbido lejano.
Allí ostenté acercar la pupila en la desquiciante grieta,
lóbrego aposento de encarnizado demonio.
Un funesto verdugo azotaba sin piedad alguna su imprecisa
y sangrante humanidad.
Entonces percibí su extraviada mirada.
Extraño fue su brillo sobre mi afrentosa presencia.
Había persistido su vaga esperanza en la futura liberación.
Sin vacilar, distendí el temor de polvorientos huesos
del antaño musgoso de un muro desprendido en la memoria.
Tratábase de una extraña inmolación a fantasmas residentes
en la profundidad lejana de la infancia.
Con oropel nocturno permití prodigiosas visiones.
Así sugerí el pudor de una horrenda exasperación del abandono.





RÉQUIEM
DEL
SEPULTURERO
La hiriente noche corta el signo del tiempo.
En circular penumbra dibuja las cuencas oculares de un remoto paisaje secreto; rancia vigilia entumecida en los brazos cruzados de la visión del cielo.
Agonizantes cirios de espeso llanto, marcan el esplendor
del horizonte,
cuando las sombras huyen aterradas.
Se reintegra el armónico celeste donde el compás del día preludia la incesante batalla de rígidos matices.
Es el látigo de la ignominia.
Lacera la piel con falsos vestigios y delirantes alquimias.
Subleva la palabra redentora en movimiento lúbrico y detrás de una celosía crispa la imagen agreste en ceniza
rutilante.
La liturgia cierra el compás en frío presagio nocturno.
Lástima y silencio en la herida del suelo cicatriza el montículo con un metalizado epitafio.





Raúl Oswaldo Martínez, nace en San Felipe Estado Yaracuy. Es Profesor de Lengua y Literatura egresado del Instituto Pedagógico de Barquisimeto. En la actualidad es docente en la Universidad Politecnica Territorial Arístides Bastidas , donde se desempeña académicamente en área de Formación Socio Crítica del PNF Higiene y Seguridad Laboral, en la Cátedra Lenguaje y Comunicación y Metodología de la Investigación.
Ha publicado en la revista Pozo de Génesis perteneciente al Instituto Pedagógico de Barquisimeto (IPB). En la Página Literaria Santa Palabra del diario El Informador del Estado Lara, en La Gaceta Cultural del Diario Yaracuy al Día, también en la página web Aporrea en su Revista Cultural Encontrarte fascículos Nº 3 y Nº 15. En los Números 2 y 3 de la Revista Cultural Zona Alterna perteneciente a la Dirección de Educación del Estado Yaracuy. Igualmente en la página cultural del Centro de Investigaciones Literarias y Lingüísticas Mario Briceño Iragorry del Núcleo Universitario Rafael Rangel de la Universidad de los Andes (NURR-ULA) que se publica en el Diario El Tiempo de Valera Estado Trujillo.
Actualmente, conforma el consejo de redacción de la Revista Rótulo perteneciente a la Fundación Cultural Independencia del Estado Yaracuy y cursa estudios de postgrado en Literatura Latinoamericana y Caribeña en la UPEL - IPB.



Un libro de Ramòn Aguiar





Un libro.
Tengo un libro especial en mi biblioteca. Aunque los estantes están repletos con todos los títulos posibles; siempre miro, y releo algunas cosas de mi viejo texto; eso sí, lo hojeo con mucho cuidado. A medida que lentamente voy pasando las páginas, se me llena la memoria de recuerdos: la escuela, el río, la primera novia, las lluvias y también no sé por qué se me cuela el día de la muerte de la abuela. El libro de mi infancia guarda mi memoria; por eso cuando quiero hurgar en el pasado, lo tomo; y es cómo ir caminando las calles de un ayer esfumado; retroceder las hojas del calendario sin mas razón que oler la divina magia de los años que se fueron. No sé cuántos años tiene; sus páginas pasaron de un blanco algodón a un amarillo viejo. También le aparecieron con el tiempo y de variados tamaños pequeños puntos marrones. Mi padre cierto día me dijo - “está enfermo, tienes que apartarlo, puede contaminar a los demás”-. Hoy después de setenta años sé qué es estar enfermo y lo grave que significa la palabra “contaminar”. Esos puntos…, digo, los marrones, me recuerdan a mi abuela que también con los años le aparecieron iguales manchas. Ella se las tocaba, sonreía y decía que “eso le sale a la gente importante”. Sin embargo; yo se las veo a todas las personas mayores cuando la muerte comienza a rondar por el cercado de la casa.
En mis primeros años el libro iba conmigo a la escuela; lo bajaba del cajón pintado de color madera, le miraba las letras que nunca se movían y un olorcito a añejo cubría mi bulto escolar cuando ya tenía rato dentro. Aunque aprendí a leer un tanto tarde, nunca me preocupó. Sabia muy adentro que las palabras siempre me alcanzarían; que son como los sueños; todo el tiempo te acompañan, hasta que los años te enredan a ellos y como raíces se nutren de uno y ya después son necesarios para poder vivir: entonces nunca más se apartan de uno. Lo cierto es que cuando logré decodificar vocales y consonantes y que juntas podían alargarse en frases, párrafos hasta convertirse en libros, supe cuán importante era y es la lectura. En aquellos días comprendí el porqué mi padre había colocado el libro de Dante Alighieri en mis pequeñas manos y mirándome con sobrio juicio me dijo solamente - “un libro excelente”. Los años se me fueron alojando en mi modo de actuar; aquel libro que leí ya adulto se convirtió como en una especie de guía que exigía el volver a la antigua práctica; es decir amar las letras por sobre todas las cosas porque ellas encierran a Dios; porque a través de su cálido mensaje se recuperan los instantes ocultos en la memoria.
Todavía vive el libro; ya se marcharon: mi abuela, mis padres y…, todas las cosas de mi niñez parecen extraviarse en alguna parte de mi ser o podría decir como el sureño Benedetti “mi memoria está llena de olvido”. Allí se encuentra aquel acabado libro, envuelto en cinta adhesiva transparente para evitar que se quiebre. Faltan páginas, demasiadas diría y ya el marrón que presagiaba su fin, completó su faena; pero su titulo, su legado al igual que su historia perviven como todo escrito que cierta mañana abrió mis ojos para darme un mundo donde esos pequeños garabatos han permitido enganchar al cielo; que esconde el secreto de las luces.
Ramón Aguiar
24 / 02 / 10




Reseña Biografica
Ramon Aguiar, nace en Barquisimeto Estado Lara. Fundador del Club de Lectura Ludovico Silva en la Biblioteca Pascual Venegas Filardo. Miembro de la Asociación de Escritores del estado Lara: Actualmente escribe cuentos y se considera amante del blues y el Rock and Roll. Ha desarrollado una importante labor docente y orientador de la lectura para niños  

jueves, 18 de diciembre de 2014

Cuarenta Nocturnos y una Sinfonia de Rafael Zarraga

 


Nocturno N. 1

 

Los dos sabíamos

 

Que un día cualquiera

 

Un hilo largo se tendería en medio de los dos.

 

Sin embargo

 

Cada centímetro lo llenamos de eternidad  

 

Y en cada gota de aire que respiramos juntos

 

 Buscamos una manera de detener el tiempo.

 

Mañana quizás nuestras manos

 

No se alzaran para decir adiós.

 

Tú miraras el cielo para no ver mi rostro

 

Yo las ruedas del tren

 

Los rieles

 

Las ventanas que pasan

 

Y en silencio

 

Cada uno dirá cualquier cosa a su corazón

 

En pequeñas palabras cortadas por la ausencia.

 

 

 

                                                                                                    Perugia 1967.

Poema 64





Tu, mi dama
Yo, tu rey
Tablero de ajedrez
Caballo que galopa en mi pecho, formando L de libertad
Alfiles que brotan de tu pecho apuntando en diagonal
Peones valientes esperan por su destino
Una mano firme y segura
Los empuje a la 8va fila (coronación)
Indefenso caigo ante el ataque de tus torres
Columnas abiertas, donde sumerjo mis piezas
64 casillas, 64 versos
Infinitas variantes para expresarte mi amor
Apertura- ternura
  1 e4-e5 2 Cf3-Cc6 3 Ac4-Ac5
Gioco Piano- Juego lento
Me desplazo en tu cuerpo como rey en fiancheto
Medio juego- Alfiles de fuego
Una partida sobre la cama
Jaque a la dama
Final de batalla
Hacer del amor una partida de ajedrez.
                                                                    Marcos Hernández.